Y qué impresiones!!!!
Llegas después de 8 horas y media volando más el tiempo de espera en cada aeropuerto y transbordos. Eso sin contar que, aunque parecía que ya no estabas nerviosa por el viaje, esa santa noche duermes la friolera de 4 horitas.
Lo bueno es que en el viaje iba muy bien acompañada por el Sr. Crispal y así no me tuve que preocupar mucho de dónde tenía que ir para llegar al siguiente avión y que me aguantó todo el viaje haciendole preguntas nada inteligentes que, a veces, hasta me respondía yo solita cuando me ponía a pensar o algo parecido.
Lo dicho. Llegas a este hermosísimo país de noche y con los antecedentes que cuento ahí arriba. Ves lucecitas, el aeropuerto parece bonito. Te pones el uniforme cucarachil para evitar tener problemas con nadie que se ofenda demasiado por verte vestida (si es que somos todas unas desvergonzadas que vamos vestidas por ahí y ni siquiera nos preocupamos por los sentimientos de esta gente...). Mi guía me lleva directa a por las maletas. Al lado de las maletas encuentro un baño y me lanzo de cabeza!!! (lo de los baños merece una entrada sólita para ellos).
Entro en baño. Apesta a algo que no consigo localizar. Está inundado. Me encantan los baños del aeropuerto.
Cogemos maletas y las tenemos que pasar por la cinta de los rayos. Los hombres que están donde la cinta me miran como si fuera una extraterrestre. Parece ser que eso de ver a una mujer cogiendo su propia maleta y subirla a la cinta y después bajarla no se suele ver demasiado por aquí.
Siguiente fase: salir del aeropuerto con control de pasaportes. Tuvimos suerte porque Crispal se acercó a preguntar si me tenían que tomar las huellas, nos dijeron que no y directamente salimos por el control donde no había que esperar una cola inmensa para salir. Cosa que sí había en el resto de puestos donde te dividen entre occidentales, locales y pijamillas o similares (pakistaníes, indios, banglas....).
Lo siguiente fue pasar la última puerta. Impresionante. Toda la barra que delimita la zona de espera llena de pijamillas apiñados y mirando con una cara que daba miedito.
Tras esa experiencia fantástica, ya por fin caras conocidas de marido y amigos que nos vinieron a recoger, nos llevaron a casa donde otro amigo nos tenía preparada una cena fantástica y me habían traido una tarta gigante y muy rica de bienvenida que nos duró 2 semanas.
Al día siguiente pasamos a visión diurna. Todo lo bonito que ves por la noche se transforma inmediatamente en: ¿Cómo? ¿Si yo no sabía que en este país estuvieran en guerra??
Esta ciudad es la viva imagen del desorden más absoluto. Está todo lleno de escombreras. Da igual que estés a las afueras o en todo el centro. Te encuentras solares que parece que han bombardeado. Todo lleno de obras. Las carreteras sin cuidar. Edificios nuevos y modernos al lado de otros más antiguos que han llenado de luces de neón hasta límites insospechados. Carteles descomunales. Esta gente no tiene la más remota idea de que existe una cosa que se llama urbanismo. Y como todo es desierto, la limpieza también brilla por su ausencia. Todo lleno de arena, basura y todo lo que te puedas imaginar. Si no recuerdo mal, el estado no se dedica a construir aceras, con lo cual, si alguien quiere hacerse una, se la hace como le da la gana, y si al de al lado le da por hacerse otra, pues puede ser completamente distinta.
Solo he visto algunas calles principales en las que está todo más cuidado. Hay aceras, todo tiene más o menos algo parecido a estilo y se guarda una especie de estética. Pero claro, aún me queda mucho que ver y que contar.
Creo que termino por hoy y os libero que esto ha quedado muy largo y un tanto empantanado (como la ciudad entera).
2 comentarios:
¡Qué blog más cuco Cuca! Mucha suerte en tu aventura arábica.
Super graciasssssssss.
(es por lo de cuco, que suena muy, pero que muy cursi :P)
Publicar un comentario