martes, 26 de enero de 2010

Volvimos a cenar en el árbol de navidad.

Hay en este país unos cuantos restaurantes que resaltan sobre los otros a los que puedes ir con más frecuencia.
El domingo anterior terminamos en un japonés que estaba en un hotel. El Marriot. Estaba todo riquísimo.
Cuando llegas, te sientan en una especie de recibidor con sillones individuales y una mesa baja mientras preparan la mesa para que entres. Hay como 5 "mesas" en las que hay una plancha central en la que te cocinan la comida en el momento en el que te lo vas a tomar.
Si me llegan a cambiar por una de las ruedas del coche cuando salimos de allí para ir a casa, no se hubiera notado lo más mínimo. ¿He dicho que todo estaba de escándalo?
Por supuesto, no sale tan económico como el Shushi Yoshi, pero merece la pena meterse de vez en cuando en estos sitios, porque la calidad se nota y, al ser en general todo distinto, pues parece que no estás del todo en este país.
Como le hicimos un 3,14 a la hora de pagar al amigo que nos llevó a cenar allí y nos encargamos de recibir nosotros la factura, le dejamos que nos invitara el domingo siguiente donde él quisiera.

El domingo siguiente fue este domingo pasado. Nos llevó de nuevo al árbol de Navidad (que ya no está iluminado en verde, sino en blanco) que está lleno de restaurantes.
Terminamos en un restaurante brasileño cenando en la terracita. El restaurante estaba decorado de forma bastante agradable. Ritmos latinos sonaban de fondo y algún pasodoble que pusieron (en muy pocos sitios de los que he estado hasta ahora hay música de fondo. Creo que también es pecado).
La terracita estaba equipada con calentadores y, al fondo, se podía ver una barra móvil para colgar ropa repletita de abrigos típicos de estas tierras por si alguien tenía frío, se lo prestan durante la cena.
De hecho, 4 occidentales que se habían venido sólo con la camisa, pidieron un abrigo cada uno.

La cena consiste en buffet libre de ensaladas y de postres y fruta. En medio de dichos platos, se pasan los camareros con pinchos repletos de carne cocinada a la parrilla y con un cuchillo enorme. Se van acercando por las mesas, te cuentan de qué es la carne y, si quieres, colocan el pincho cerca de tu plato y te cortan la cantidad que les pidas de forma que te cae directamente en el plato.

Esa noche cenamos ternera (que no parecía que hubiera terminado la carrera aún, vamos, que estaba buena), bisonte, gacela, pollo con romero, alguna cosa rara más de la que no me acuerdo ahora mismo y le dimos la vuelta a unas piezas de metacrilato que tienen un punto verde por un lado que indica que pueden seguir pasándose por tu plato para echarte más carne y otro punto rojo para indicar que ya no quieres más.

Nuestro amigo, que ya conocía el sitio le preguntó al camarero que si no había cocodrilo, serpiente y ese tipo de carnes más raras que solían traer. El camarero nos dijo que ya no les dejaban traer esas carnes porque era pecado, ya que resultaba bastante complicado matar a un cocodrilo según el rito musulmán.

Pues nada, nuestro gozo en un pozo, aunque la verdad, es que cenamos muy bien.
No he hecho fotos del sitio porque había por ahí unos cuantos saudíes, y preferí no tocar mucho las narices. De lo que sí que he conseguido hacer fotos es de los cartelitos de los baños. No son para hombres y mujeres:














Y en el siguiente combate se enfrentarán  batman y la mujer de la más cara de acero (o de oro, podría decirse :P).
Realmente no hay problema, porque en este país se encargan muy mucho de que estén convenientemente separados los baños de hombres y los de mujeres. Lo que puede ser un incordio porque si consigues encontrar los baños puede que sean los de hombres y eso no significa que hallas conseguido encontrar los de mujeres.


El dinero que se deja esta gente en decoración o símplemente los acabados de los edificios no es ninguna tontería. El baño de mujeres tenía una pared entera de un mármol que tenía bastante veteado de distintos tonos y el resto del baño (suelo, encimera y paredes) enterito de granito negro.



Pero como se puede apreciar, que te dejes un dineral en decoración, no significa que lo tengas que hacer necesariamente con gusto y estilo.

domingo, 24 de enero de 2010

El cotilla polvorilla

El jueves (sábado de aquí) llamamos para que viniera un carpintero para colgarnos el espejo del Ikea que conseguimos después de 2 meses y 5 visitas en las que nunca estaba el que andábamos buscando. Recuerdo que para colgar cualquier cosa en casa o para cambiar una simple bombilla tenemos que llamar para que nos lo hagan los trabajadores del compound.
A la hora y media de haber llamado y que no apareciera nadie, volvimos a llamar y nos dijeron que llamarían al carpintero. Una hora más tarde (5:15 de la tarde) aún no había venido y llamamos de nuevo y nos dijeron que habían avisado al carpintero y que no sabían nada más. Y también que a partir de las 5 de la tarde ya no vendría, que lo intentaramos ya otro día.

Pues bien, ayer llamé para que viniera el carpintero a lo del espejo y un electricista a cambiar una bombilla.
Como llamé a las 12 menos cuarto, me dijeron que ya llegaría después de la 1:00 (suelen comer de 12 a 13). A la 1:00 llaman a la puerta y aparece el Sr. Miyagi. Un filipino chiquitín al que yo le sacaba casi una cabeza. Todo lo que tenía de chiquitín, lo tenía de acelerado, de cotilla y de gracioso.
Lo primero que hizo fue preguntar cuánto nos había costado la mesa de billar que tenemos en el salón y decirme que en su país son muy caras y que si yo era inglesa. Al decirle que no, que era española, me empieza a decir que tenemos muchas palabras en común con los filipinos y me empieza a decir los números en español. Y todo esto hablando un buen inglés con una bastante mala pronunciación a una velocidad de vértigo, con lo que entenderle todo era complicadito.
Le llevo a nuestro cuarto, que es donde queríamos poner el espejo que era también más alto que él.
Nos ponemos a ayudarle porque era complicado para él sujetar el espejo a la altura a la que lo queríamos y marcar con el lápiz dónde lo va a colgar. Nos ha dejado la pared llena de rayajos de lápiz alrededor del espejo. De un nivel ni hablamos, aunque al final ha conseguido dejarlo prácticamente recto comprobando que teníamos razón y que había medido demasiado rápido y que la línea estaba torcida.




Le llevamos, para que pudiera hacer los taladros, el taburetillo ese que hay en muchas casas del Ikea. Nos dijo que claro, que se lo llevabamos porque era chiquitillo y que si no, que no llegaba.




Antes de hacer los taladros, se escapa al salón y nos aparece con un plano para tapar la cómoda para no ensuciarla. El tío, en vez de preguntar, se larga y coge todo lo que le da la gana. Por supuesto, pregunta que si mi marido es ingeniero y nos cuenta que él ha hecho muchos planos cuando estudiaba. Y que eran planos de instalaciones, arquitectura, estructuras y de todo lo que se le pusiera por delante. Era como si le hubieran metido una guindilla en el trasero. Impresionante documento ver a ese pequeñín como si fuera una escena de Benny Hill puesta a doble velocidad. Nosotros nos mirabamos alucinados y partiéndonos de risa. Y el Sr. Miyagi, mientras tanto, sin parar de hablar. Tremendo!!!

Cuando termina con el espejo, nos pone un clavo en el salón para colgar un calendario y le ofrecemos una coca cola. Nos mira, se ríe y de repente, ve unas conchas que tenemos en la mesa del salón. Nos pregunta que dónde las conseguimos, saca un trozo de coral y nos pone la mesa perdida de la arena del coral. Acto seguido, ve las rosas del desierto (a estas alturas ya ha cogido la coca cola, después de contarnos que no puede tomarla por temas de salud, pero que da igual porque luego se toma las medicinas y aquí no ha pasado nada) nos pregunta también que de dónde las hemos sacado o comprado. Nos empieza a contar que cerca de donde las habíamos cogido, murió Judas Iscariote.

Nos contó cómo se llamaba, nos contó cómo se llamaba su padre, que tenía 3 hijos. También nos dijo que sentía no haber podido venir el jueves, que el aviso había sido para él, pero que tuvo muchísimo trabajo.
No nos extraña. Con lo que se entretiene cotilleando, así no le cunde el trabajo.

La pena es no haberle sacado una foto. Todo un personaje que nos ha hecho reírnos hoy un buen rato.


sábado, 23 de enero de 2010

Calamares...

El otro día fuimos al carrefour para hacer la compra, porque teníamos la nevera canina al volver.
Es una pena que, en lo que se refiere a comida, no se parezca prácticamente en nada a los de España. Porque lo que es el supermercado es clavadito al del plaza Norte o al de la N-I.

Tras ir buscando cositas decentes que llevarnos a casa, ya llegando al final de nuestro recorrido, con toda la ilusión del mundo veo lo siguiente en la zona de congelados:



Imaginad la alegría que nos entró al ver semejante manjar para lo que se estila por estas tierras!!!!
Y en españooooooool. Por supuesto, nos compramos una bolsa para ver cómo salía el invento.
El freírlos no tiene mucho misterio, pero nos pusimos a ver cómo se cocinaban. No había instrucciones en español.

Al abrirlos, nuestro gozo cayó en el pozo más profundo del mundo. Tenían una pinta peor que mala. Parecía que se habían congelado y descongelado un millón y medio de veces. Nos armamos de valor y los freímos.
Hemos de decir que se dejaban comer bastante decentemente, que la pinta una vez fritos no es tan horrible como congelados y que, sobre todo y más importante de todo cuando haces este tipo de experimentos, es que seguimos vivos para contarlo.  :P

Aquí os dejo una foto de cómo quedó el experimento.




Hemos repetido compra ayer para cuando nos entre mono de fritanga en alguna emergencia por vagancia absoluta a la hora de hacer la cena. Y espero que tardemos bastante en usarlos.

Como podéis ver, tenemos el último grito en cocinas. Los fuegos son una resistencia eléctrica y el horno va por potencia en vez de por grados. Y no puedes ver qué tal va lo que estés cocinando en el horno porque no tiene vidrio, la puerta del horno es metálica completamente. La decoración de los fuegos de último modelo de aluminio heavy duty (tiene más espesor éste aluminio que el de las latas de coca cola de aquí) es para evitar tener que estar frotando con el nanas cada vez que cocinas algo, porque es un auténtico petardo desmontar este tipo de cocinas y fregar esa especie de cazuelizas que tienen para evitar que caiga cualquier cosa que pueda salpicar a la base de la cocina.

En otro post os hablaré de qué son esos enchufes que se ven en la primera foto y porqué tienen letras pintadas en los enchufes.

Ale, que disfrutéis de la fantástica gastronomía española, vosotros que podéis.

viernes, 22 de enero de 2010

Intenneeeeeeeeeeeeeeeeeee

Cuando llegamos, no llegamos a contratar otro mes con la compañía telefónica con la que teníamos internet.
Un amigo se había cambiado al internet del compound y nos dejó su pendrive porque aún le quedaban 15 días de internet.
Todo lo que conseguí con él fue símplemente responder a 2 correos el primer día y no poder abrir ni una sóla página en los 2 días siguientes. El caso es que lo ponías a bajar cualquier cosa y llevaba una velocidad de vértigo.
Ante tal despliegue de medios y de capacidad para conectarnos a internet, decidimos que también ibamos a contratar también el internet al compound.
Me fuí a la administración del compound donde había un hombre sentado en recepción hablando con otro mientras veían un partido de cricket. Al fin, decidió hacerme caso y le pregunté dónde podía contratar internet.
Me dijo que tenía que subir a pagar. Le informé de que no lo tenía contratado y, al fin, cuando decidió escucharme, llamó al responsable y me dijo que volvería en 10 minutos.
Al final, me marché, quedando en volver a las 11 de la mañana porque tenía bastante jaleo.

Cuando volví, no tardó demasiado tiempo en atenderme. Me pareció que aquello con lo que estaba tan ocupado era intentando configurar una pantalla enorme que tenían en la recepción con el partido de cricket con el que estaban tan entretenidos.

Rellenamos la solicitud de internet, entendiéndonos a ratos, subí a pagar y, cuando bajé, me dió un router wifi para que me lo trajera a casa. Entendí que se pasarían en 15 o 55 minutos para que empezara a funcionar (suelen tener ciertos problemas para decir 15 o 55, al igual que cualquier 13, 14, 16,.... con los 33, 34, 36. Se hacen un lío al pronunciarlo en inglés y, al final, no te enteras de cuánto tiempo vas a tener que esperar)

Al final se pasó por casa, lo instaló y parecía que todo iba muy bien. Podía escuchar la radio española en el ordenador a la vez que abría páginas y páginas (vamos, todo un escándalo en comparación con la calidad de internet que había sufrido en estos 2 meses anteriores).

Como cosa de 2 horas más tarde, aquello empezó a fallar. Después de 1 hora peleándome con el ordenador, me doy cuenta de que lo que falla es el router, que se desconecta sólito.
Llamé al charli que lo había instalado, le conté qué estaba pasando y, sorprendentemente, se pasó a los 10 minutos. Tras un buen rato, se marchó y vino con otro router nuevo que hacía exáctamente lo mismo que el anterior. Al final, cansado de ver que no podía hacer nada, se marchó a la oficina y me dijo que seguro que me lo habían configurado mal y que iba a intentar arreglarlo y que me llamaría.

Parece que la cosa mejoró un rato. Me llamó (sorprendente por estas tierras), y me dijo que si había algún problema, que le llamara.
Por desgracia, le tuve que llamar a los 15 minutos porque seguía dando problemas.
A esas horas ya estaba mi marido (amante de los ordenadores y de las marañas de cables por todas partes).
Vino éste hombre con un router nuevo pero que no tenía wifi, pero que mi marido sí tenía un aparatito que ya se ocupaba de proporcionar wifi al engancharlo al router. A partir de ese momento tenemos internet rápido, de calidad y sin problemas. Ole, ole y ole.

Os preguntaréis por qué os he soltado semejante rollazo. Pues muy fácil. Porque me he sentido muy gratamente sorprendida de que un Charli (en este caso un ciudadano de Bangladesh) se ha molestado en que nos consigamos entender. Se ha molestado en dejarme todo arreglado. Se ha molestado en llamarme cuando me dijo que lo haría, y no es lo más común.
En definitiva: Existen Charlis competentes y agradables.

Ya que me meto con esos pobres que no saben hacer la o con un canuto (que son demasiados) y que se bloquean en cuanto los sacas de sota, caballo y rey, considero que también tengo que hacer referencia a aquellos que destacan entre todos estos pobres y hacen su trabajo competentemente y te dejan todos los problemas solucionados.

jueves, 21 de enero de 2010

El regreso al desierto

Ya estamos de vuelta en este desértico país. Y no sé por donde seguir. Se echa demasiado de menos la lluvia, la nieve y los 2 días de sol que tuvimos en los 15 días que estuvimos por nuestra querida España.
Lo primero es decir a todos aquellos a los que no os pudimos ver, que en verano tendréis prioridad.
Realmente 15 días con fiestas de por medio dan para mucho menos de lo que esperaba. Comenzando por despejar cajas de la mudanza de las habitaciones de la casa que nos dieron en julio y que hemos tenido que abandonar durante este tiempo con todo el dolor de nuestro corazón.


El viaje se nos retrasó 1 hora y media en Madrid. Los de Spanair nos dejaron unos papeles para leer en los que ponía que los controladores franceses estaban de huelga y que no se hacían responsables de posibles retrasos.
El caso es que llegamos justitos a Frankfurt, nos libramos de pasar por más controles.
Al llegar aquí y esperar a las maletas, vimos sorprendidos que la última maleta que sacaron era un Charli. En ese momento dimos por hecho que nuestras maletas se habían quedado por el camino.
En ese momento vino un trabajador de aeropuerto preguntando por mí y diciendo que no les había dado tiempo a llevar nuestras maletas al avión y que llegarían en el mismo vuelo del día siguiente. Les dimos nuestra dirección porque dijeron que nos las enviarían a casa. Lo cual está muy bien. Y más porque al día siguiente, aunque ya fueran casi las 12 de la noche, nos las llevaron al compound.


Lo bueno de esto, es que no nos hicieron abrir las maletas llenas de comida.
Sirva esto para expatriados. El chorizo y el salchichón de pavo del Mercadona están muy buenos.
También hemos traído paté de pato y chorizo y salchichón de ciervo. Sale más caro pero, al menos, se pueden comer cosas de la tierra. Que cuando vuelves a España te sabe todo riquísimo. Ya no haces distinciones que podías hacer antes. Todo, absolutamente todo está bueno.


Lo que se echa mucho de menos es el poder ir vestida como te de la gana, el poder abrigarte porque hace un frío impresionante, la lluvia, el agua de Madrid, poder coger el coche, ir al cine, a tomar un café con los amigos, a la familia, ir a comer a un restaurante sin tener que ir más de una mujer para poder entrar a comer con muchos hombres y no tener que ir a la sección de familias y, en definitiva, todo, todo y todo.