viernes, 2 de abril de 2010

Siete y no más, Santo Tomás

Siete y no más son las veces que he ido a una tienda de abayas que estaba en un centro comercial venido a menos.
En la famosa tienda, como un año antes, una amiga había ido a copiarse una abaya en una tela buena y había resultado todo un éxito. El de la tienda muy amable, te entendías con él en inglés y la abaya estaba preparadita y perfecta en una semana. Y todo ello, además, a muy buen precio.
Nuestra historia comienza cuando llega una nueva cuca española que viene de otro país de por aquí cerca con una abaya de dicho país. La abaya en cuestión, parece más un thob (vestimenta masculina) en negro y con diversos motivos florales bordados y con la zona de la pechera con telas de colores. Vamos, más que atrevida en comparación con el negro sobrio o con el negro con sólo en las mangas brillitos, pedrería o bordados exageradísimos que se llevan por aquí.
La abaya de nuestra nueva cuca le gustó mucho a la que ya se había copiado la abaya el año anterior. Le pedimos la abaya-thob a su dueña, yo me llevé la primera abaya que tuve y con la que no parecía un saco de patatas negro y nos dirigimos una mañana hacia la tienda para copiarnos las abayas. 
Esa fue la primera en la frente. Deberíamos haber captado que no sería bueno hacerse ahí una abaya. La tienda era de un saudí y lo malo, malísimo, era un saudí el que también te atendía en la tienda.
Parece un detalle sin importancia, pero lo que ello conlleva, os iréis dando cuenta a lo largo de mi relato...
Lo del saudí. Esta gente vive prácticamente por la noche. Según me ha contado nuestro conductor de la empresa, lo más fácil es que se levanten, como pronto, todos los días a eso de las 12 o la 1 de la tarde, coman, se rasquen un poco la barriga, elijan qué thob o abaya van a ponerse hoy y empezar a ir de centro comercial en centro comercial y tiro porque me toca ya tarde y se tiren por ahí hasta horas bastante avanzadas de la noche. Aquí los centros comerciales cierran a las 11 de la noche (o, al menos, las tiendas).
Así, cuando llegamos por la mañana, estaba cerrado. Le preguntamos por cuándo abrían la tienda a los comerciantes de las tiendas de al lado. Al final (esto implica más de media hora esperando y el irnos a comprar carne a otro sitio, volver y seguir la tienda cerrada) nos dijeron que sólo abría por las tardes a partir de las 4.
Nuestro gozo en un pozo y decidimos intentarlo esa misma tarde. Realmente no recuerdo a qué hora llegamos, pero seguro que estaba cerrado. Tras esperar un buen rato, llegó un saudí de estos que tienes que mirar 2 veces para encontrarlo. En este caso era tanto a lo ancho como a lo largo.
La joyita se dedicaba a hablarnos en árabe como si le entendiéramos algo de lo que decía. Al final optó por llamar a un charli de una tienda para que le tradujera lo que nosotras le decíamos en inglés.
A pesar de algo de desconfianza, y basándonos en que la abaya que se hizo mi amiga el año anterior había quedado bien, decidimos copiar la abaya de la tercera amiga para la primera y yo copiarme la mía y ponerle una capucha (resulta más cómodo llevar abaya con capucha en vez de un velo. Es más rápido para cubrirte la cabeza y menos engorroso). Teníamos que recogerlas la semana siguiente.
Segunda semana: me voy yo con la dueña de la abaya. Llegamos a las 5 menos 5 de la tarde. El dependiente llegó a las 5:15. Nos seguía hablando en árabe. Mi abaya estaba hecha con otra tela. La capucha parecía como la lengua de un gato cuando la extiende para beber. Mi amiga casi se me muere allí de la risa. La abaya que tenían que hacer para la primera amiga no tenía el cuello como lo tenía que tener y las mangas tampoco. Todos conocemos la complicación de hacer una copia exacta pero lisa, toda negra, de una bata.
Le decimos todo lo que ha hecho mal y nos vuelve a decir una fecha para 3 días después.
3 días después: voy con la primera amiga porque estaba muy agobiada por si se perdía la abaya original. Llegamos y nos toca volver a esperar (por supuesto). Le decimos que nos devuelva la abaya original. Nos dice que no la tiene él y que está en el sastre. Mi amiga monta en cólera y le dice que se la traiga inmediatamente. Discusiones varias. No nos entendemos y el saudí llama a otro de otra tienda que aguanta el chaparrón dirigido al primero como un campeón. Nos dicen que la traen a las 8 de la noche (como 3 horas más tarde). Más cólera. Llama a nuestro conductor que se maneja en árabe y en inglés. Al final, después de mucha bronca, yo me llevo mi abaya (que además, tiene bolsillos y es lo mejor del mundo), la de mi amiga me queda fantástica a mí, aunque un poco corta y por supuesto, aún no le han puesto cuello. Y terminamos por pedirle otra abaya-thob más pequeña para mi amiga y que le pongan cuello a la mía. 
Nuevo plazo: casi otra semana. Vuelvo con una tercera amiga. Las 2 abayas están bien, tienen el tamaño que tienen que tener. Increible pero cierto. Decido encargar un pañuelo porque el resto de los que tienen por ahí no me gustan demasiado. Hablando con la joyita del nilo hasta que más o menos me entiende y me saca muestrario de telas. Elijo una y, de repente, aparece otro dependiente que habla inglés estupendamente y me da otras opciones de tela que yo elijo gustosamente porque, aparte de más bonitas, eran mejores. 
Unos días después tenemos que cambiar la fecha de una cena que teníamos en mi casa con amiga 1 y amiga 2. Resulta que coincide con cumpleaños de amiga 2 (dueña de abaya). Amiga 1 y yo decidimos regalarle una copia de su abaya un pelín más ancha y un pañuelo. Nos volvemos a presentar allí. Le decimos todo con una cuca que había en la tienda de traductora. Se supone que me daban la abaya junto con mi pañuelo y compramos otro pañuelo hecho para amiga 2 para curarnos en salud y tenerlo ya.
Llega el día. Voy con mi marido a la tienda. Sorprendidos de que esté abierta. Entramos y le pido el pañuelo y la abaya. Me saca un pañuelo al que no le había cosido la tela porque me decía que ahora no había tela suficiente para colocar en los 2 lados y que tenía que ser en unos sólo. Le respondo que tenía que estar el pañuelo porque habían consultado disponibilidad de tela y tenían suficiente. La abaya no la tenían. 
Conclusión: la que montó en cólera fuí yo. Me puse a darle voces y a pedir alguien que me tradujera (le tocó al pobre charli del primer día). Es la primera vez que me dedico a gritar a alguien de una tienda. Le dije que como volviera el próximo día y no estuviera todo que le cogía del cuello al nombrado, desde aquel momento, el enano mal lobotomizado. 
Para evitar más problemas de traducciones y hacer que mis amigos sufrieran nuevas experiencias con la sociedad secreta, mi marido y yo nos llevamos a 2 amigos a recogerlas. Uno de ellos habla árabe y nos ayudaría con la interpretación.
Tuve a los pobres dando vueltas 3 horas o algo así. Aunque por medio, nos dio tiempo a hacer el resto de compras que tenían que hacer los 2. 
Cuando apareció la joyita del enano mal lobotomizado eran las 9:15 de la noche. Me enseñó la abaya. Le pedí un metro y la había hecho de mi tamaño y tenía que tener como 3 pulgadas menos. Me enseña el pañuelo y es de una tela parecida pero no era esa tela. Tenían en la tienda una abaya con la tela de mi pañuelo en las mangas que había desaparecido convenientemente para que yo no pudiera comparar la tela.
Ese era el día anterior a la cena y al cumpleaños. Tras oír todas las mentiras que le contó a mi amigo en árabe y con el cansancio que teníamos, le dejamos claro que era un auténtico mentiroso y le dejamos con todo eso que había hecho sin comprarselo. 
La verdad es que le debió fastidiar bastante porque era la segunda vez que no le veía con su sonrisa burlona. Hasta se ofrecía a arreglar la abaya.
Moraleja: Nunca bajes la guardia frente a la sociedad secreta aunque parezca que has conseguido casi con sudor y lágrimas que te hagan algo bien. Y, por supuesto, si la primera impresión es un desastre, no insistas porque puede ser peor.


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