miércoles, 3 de noviembre de 2010

Alí Babá y los 40 Twix

Ayer fuimos al Carrefour. Nos dio el tiempo justo de entrar justo antes de la hora del último rezo. Esto significa que tuvimos demasiado tiempo para hacer la compra de las 3 cosas a por las que habíamos ido y que, al final, empezamos a dar vueltas por el carrefour y que nos llevamos bastantes más cosas de las previstas.

Ya camino de la caja, vimos una zona en la que había cajas de Twix. Pero no era el Twix de toda la vida. Venían recubiertos de chocolate blanco en vez de el de chocolate con leche. Decidí que los tenía que probar.
Me asaltó la duda de si se podrían coger de uno en uno o si habría que llevarse toda la caja, que no era especialmente grande. Al final, decidimos coger la caja entera.

Llegamos a la caja para pagar. Lo primero que pusimos en la cinta fue la caja de Twix blanco.
Yo pensaba que era complicado que nos pudiéramos sorprender mucho más de las cosas que hacen en este país ya que, con el tiempo, llega un momento en el que las cosas que te sorprendían o te hacían gracia, dejan de hacerlo y empiezas a verlo con los ojos de occidental que está hasta las mismísimas narices de que esta gente sea tan inútil.

Me equivocaba.......
El cajero procede a pasar por el lector el código de barras de la caja de Twix. No funciona. No lo tienen registrado. Se me queda mirando con cara de susto (algo habitual cuando comienzan a bloquearse) y me dice que tendrá que abrir la caja para pasar el código. Le respondo que no hay problema y que abra la caja.
Abre la caja y, por sus gestos y caras, deducimos que no sabe cuántos vienen en la caja y que tiene la intención, si nosotros no lo impedimos (parecía que quería que lo impidiéramos con todas sus ganas), de pasar uno a uno todos los Twix que venían dentro de la caja.
Al ver lo que pretendía hacer, le comunico que hay 40 unidades y le señalo dónde viene escrito (véase documento gráfico nº 1)


Y aquí es donde, si nos estuvieran grabando con una cámara oculta, se vería nuestra cara de ésto no puede ser cierto. No se puede ser tan inútil. Realmente me están grabando y me van a sacar por la televisión.

El documento gráfico número 2 ilustra a la perfección lo que hizo este cajero sobradamente preparado para su puesto:

De la 5 a la 45 ilustra las 40 veces que el cajero lumbreras pasó el mismo paquete de Twix por el lector de código de barras mientras que mi marido y yo nos moríamos de la risa a la par que no nos podíamos creer lo que estábamos viendo. No sabía marcar el producto y multiplicarlo por 40. Y menos mal que sólo eran 40!!

Al final le regalamos el Twix al Charli que metía las cosas en las bolsas, porque, sin su estimable ayuda, el cajero que era más parado que los ojos de Espinete no hubiera sido capaz de abrir la caja y pasar uno de los paquetes 40 veces por el lector.

Increible-ble, pero cierto. Hemos de dar gracias por estos momentos, que nos hacen más entretenida la estancia y nos dan algo más de qué hablar.

8 comentarios:

Crispal dijo...

La leche.

Cuca dijo...

Lo echas de menos, verdad?

Crispal dijo...

Jajaajajaa, reconozco que siempre te proporcionan anécdotas jugosas para el blog. ;-)

CLL dijo...

Hola Cuca: He puesto un link de esta historia en el blog de la SS. Espero que no te moleste.... No tiene desperdicio... Un abrazo. Luis

Cuca dijo...

Ningún problema.
Lo que no nos dimos cuenta hasta algo de tiempo después es que compramos 2 paquetes de yogures de esos que vienen de 4 en 4 y que también los habían pasado de 1 en 1.
No aparece en la foto, pero imaginaros la longitud del papelito que nos dieron. :P

Chus Nevado dijo...

En el reparto de cerebros, éstos no llegaron a tiempo, ¿verdad? Juassssssssssssssssssss

Felipe dijo...

muy divertida la historia, y graciosa... Ahora, has dejado un tintecito racista que te ha quedado feo feo, espero que solo fuera mi impresión pero eso de "ojos de occidental y gente tan inútil" te ha sobrado.

pero cada uno sabe lo que hace, o no? Un saludo

Cuca dijo...

Hola Felipe. Creo que yo, antes de venir para acá y llevar un año entero en estas tierras sufriendo ataques de la sociedad secreta, seguramente hubiera pensado como tú.
Es un efecto secundario de la vida en Arabia del que no estoy especialmente orgullosa. Más bien todo lo contrario.
Ésto no es, ni mucho menos, por justificar mi opinión de que aquí son unos perfectos inútiles, pero hay que sufrirlos durante un tiempo prolongado haciéndote de las suyas.

Y si nos ponemos a analizar realmente lo que ocurre, llegamos a la conclusión de que la mayoría de la mano de obra barata en este país es gente de la India, Pakistán y similares que los pobres en su país no tenían dónde caerse muertos, no han podido recibir una educación y Dios sabe por qué penurias habrán pasado en su vida y se los han traído a esta porquería de país, les han dejado sin pasaporte porque lo tiene su esponsor (con lo que no podrán abandonar el país si a su dueño no le da la gana) y que les han contado muy por encima qué tienen que hacer y los pobrecitos no son capaces de salir de sota, caballo y rey porque se quedan bloqueados.

Es así de triste. Pero llega un momento en el que, aunque sepas que es así de triste, te toca la moral que te sigan haciéndo perrerías y llegas a hablar así de todos estos pobres esclavos encubiertos.